13.5.12

17. Uno mismo.

Por más que asimilemos que futuro es consonante a pasado, no nos importaría en absoluto tener un botón que pudiera rebobinar hacía vivencias pasadas. Momentos agradables, de placer e incluso momentos que nunca más podrán repetirse. Observar en ellos la esencia, y sabiendo las consecuencias que han traído consigo, procurar verlas con un nuevo punto de vista.  


Es una realidad. Este botón no existe y por suerte la única consecuencia que nos concede la vida, es la de tener valor y aceptar que todo sucede por un motivo u otro, aunque ahora no lo sepamos ver y nos parezca todo motivo de suicidio inmediato. La capacidad propia de concedernos una y otra vez la oportunidad de cambiar, no nos la va a dar la vida, esa solo llega cuando nos la damos nosotros mismos.


Anhelar tras miles de propósitos absurdos una nueva vida. Inventar mejores cualidades, ignorar defectos actuales, y sobretodo mentir cuando nos preguntan si todo va bien. Por más que estemos muriendo de dolor y angustia, fuera de las sabanas que nos dan cobijo un nuevo día amanece para propios y extraños.


''La ilusión que comporta saber que para todos hay nuevas oportunidades, se resume a la idea que tengamos de nosotros mismos. Y a veces apostar por uno mismo es el último recurso''


Dentro de nuestro organismo se encuentran sentimientos y sensaciones que fluyen. Los conduce la sangre, bombeados por el corazón y digeridas finalmente.Es importante no olvidar que hay sentimientos que necesitan ser evacuados. Diluyéndose en el estomago con los jugos gástricos, encontramos vivencias y sensaciones ocultas para la retina humana.


Requieren de un buen masticado, ya que son de larga digestión. Rabia, frustración, mal perder o envidia son algunos ejemplos. Y en la mayoría de los casos no hay otro remedio que arrodillarse en el retrete para vomitar todo aquello que nuestro corazón no asimile, y nos traiga una acidez de estomago parecida a ser retrogrado.


A pesar de que uno puede prescindir de las relaciones, a día de hoy ser antisocial todavía está visto con malos ojos. No deja de ser como quien vota a la ultra-derecha o se baña con el perro para ahorrar agua y estrechar lazos, es algo que todos sabemos que existe pero nos escandalizaremos en público cuando llegue a nuestros incrédulos oídos. La mayoria de veces no somos nosotros mismos hasta que estamos en la intimidad de nuestro dormitorio. A solas, sin dar explicaciones, conscientes de que más de uno se asustaria al descubrir que pasa por nuestra mente. 


''Todos tenemos un secreto. Uno, varios o millones de ellos. Golpean en la cabeza buscando un descuido para hacernos humanos, o en el peor de los casos condenarnos a la soledad eterna''


Aceptarse uno mismo es un camino lleno de pinchos y espinas. Donde el dolor estará presente en el momento menos oportuno ¿La meta? perdonarse a uno mismo. Y en el camino a ello son pocos los que vuelven con vida. 


No somos perfectos. Los defectos también se suman a la lista, alzandose en el podium el orgullo, el rencor y la falta de palabra, resultando así los peor vistos y más solicitados para labrarse un futuro ausente de compañía.


Imagino que condenarnos al estilo Medieval no suena muy prometedor, y que la verdadera solución es procurar ser un poco más abiertos de miras. Porque a fin de cuentas quien no es dueño de una manía o defecto que pueda estar poniendo en tensión constante a nuestro público más fiel y discreto.  


No se trata de ir avasallando a la gente que nos quiere, zarandeándolos en busca de respuestas inmediatas. La inseguridad también es un grado que nos convierte en vulnerables, y en ese aspecto algunas idioteces pueden ser magnificadas hasta el hastío.




El camino hacía la aceptación personal se levanta sobre unos cimientos de honestidad. Ser honestos con nosotros mismos es primordial y requisito Sine qua non, para poder encontrar un camino viable entre ser naturales y no espantar a nadie. A menudo la fina linea que cruza entre la sinceridad y la mala educación, es cruzada sin miramientos. Y no es raro que podamos también, ser mal educados con nosotros mismos.




Auto castigarse es un arte milenario con ejemplos tan reales como obligarnos a no salir todas las noches, o sonreír a esa persona que no podemos ver ni en pintura.