25.7.11

1. ¡Relaciones que NO funcionan sin Sexo! ¿Porqué?

A medida que uno crece se da cuenta. La necesidad de encontrar a alguien que nos complemente ha crecido a nuestro lado. La vimos nacer en la última etapa de la adolescencia. Por allá los 19 años, cuando sentimos por primera vez que no queremos estar solos. Con más o menos suerte vamos añadiendo apartados a nuestro currículo emocional. Relaciones fugaces para el olvido, tórridos idilios en la Costa Brava, malas experiencias con gente físicamente imponente, y como no; Nuestro primer gran (y a menudo único) Amor.


Es en el ecuador a la treintena. A los 25 años, cuando uno debería plantearse que ha estado sucediendo desde los 19. Esa pero, no va a ser la única parada. Mirar atrás y reconciliarse con el pasado emocional propio, es duro. Analizar, valorar e intentar corregir en muchos casos. Posibles fallos, errores de calculo sentimental. Se precisa de una sensatez que está demasiado asociada a la humillación auto impuesta.


Sería más fácil asumir que una relación puede transformarse en un largo viaje. Con sus propios limites necesarios para encontrar nuestro propio ritmo. Para hacer personales e intransferibles los sentimientos que nacen hacía otra persona. Cuando vemos avergonzados que estamos al lado de una persona a la que no nos une mucho. Es entonces cuando el miedo a no estar solos nos vence y se instala convirtiéndonos así en parte de un alto porcentaje que no hace en esta vida aquello que le haga realmente feliz.


Muchas veces ese mismo miedo a estar solos, es el mismo conductor a un final doloroso para ambas partes. La falta de comunicación puede ir tintando de desagrado los días al lado de esa persona. Esas relaciones no son otra cosa que relaciones que deberían seguir flotando en un limbo sentimental. Cada día veo con asombro como miles de relaciones imperfectas intentan encontrar acercamientos.


¿Hasta que punto es comprensible sentir pánico a sentirnos abandonados por el Amor?


Me pregunto que consigue que esas relaciones se mantengan a flote. Todos sabemos que tienen una caducidad que aunque tardía terminara sacando la cabeza. Parece que es el sexo. Ese componente natural. La cola de impacto que une lo que de otra manera (la emocional) nunca se mantendría junta.
Mientras esas parejas mantienen relaciones sexuales, en ese mismo intercambio de sensaciones que conduce al orgasmo, donde uno puede entregarse sin pensar en ninguna otra cosa. En la cama no es necesario ese código secreto que Sí cubre con su manto las relaciones interpersonales.


Dentro de mi surge la duda de donde queda la concepción más arcaica de los sentimientos. Está bien saber que el sexo puede ser el conglomerado de las emociones. El cemento emocional que une para siempre a dos personas poco exigentes. El disfraz que esconde sentimientos que paulatinamente se terminarán convirtiendo en mal vistos cuando se compartan con familia y amigos comunes.


En esas mismas alcantarillas del amor. Allí viven cual residuos tóxicos, todos aquellos gestos y miradas. Todas esas sensaciones parecidas a unas mariposas en el estomago. Enamorarse ya no está de moda. Es un concepto obsoleto. Demodé, tan de los años 60. La promiscuidad es un factor que consigue que con más o menos gusto, reconozcamos que las relaciones de más agrado surgen en la cama, llegarán siempre de la mano de gente a la que no nos uniría nada fuera del contexto sexual. Posiblemente eso termine desembocando en la eterna incógnita que planea sobre la última década. La población sexualmente activa parece querer respuestas a la eterna cuestión.


¿Es factible tener sexo con alguien con quien no sales? Asimismo salir con alguien con quien no estés follando tiene un hipotético futuro?


Porque de ser así, y si todo es tan fácil como medir las relaciones en triunfo o fracaso ¿Es el amor algo que haya que extrapolar a cualquier precio para sentir que uno a aprendido algo acerca de su relación?


Héroes y vencidos están de acuerdo en un mismo punto: La baraja sexual del siglo XXI se extiende hasta un punto justo para todos. No es menos importante asumir los propios deseos y limitaciones. También lo es encontrar al compañero ideal para compartirlos.