25.10.11

6. El Amor; ¿Se busca, o él nos encuentra?

Unos focos se encienden. Enfocan dos personas enamoradas. Se están abrazando encima de un escenario. Ninguna de las dos piensa en un final. Mientras, en la platea, un público atónito mira asombrado desde la penumbra. Todavía hoy hay mucha incredulidad hacia esas personas que se quieren incondicionalmente. El amor ha subido de las alcantarillas. Ya no es una aspiración de quinceañeras. El amor tiene un lugar en la sociedad.


El amor también pisa el asfalto, paga sus impuestos y utiliza el mismo código postal que nosotros. Lo encontramos comprando en el supermercado, en la sala de espera del medico. No solo vive en Primavera. Incluso trabaja.


El amor concede hipotecas a todo el mundo. No discrimina por belleza, edad, sexo, color o número de ceros en la cuenta bancaria. Cada mes que pasamos al lado de quien queremos, suma como una letra pagada, como un crédito devuelto. Los intereses crecen. El interés por la música que escucha nuestra pareja. Su película postre y equipo de fútbol favoritos.


Pero al igual que en las hipotecas reales, esta también tiene letra pequeña. Cuando en una pareja uno de los dos dice 'Te quiero' en realidad suena el tiro de salida. La maratón hacia la meta es inmediata. Esas dos palabras nos comprometen, atándonos a todo lo que encierra el 'Y yo a ti' venidero.


Es bonito saber que estamos en una relación que funciona, pero inexplicablemente una noche nos despertamos asustados con la seguridad que estamos viviendo bajo la única garantía de un Te quiero. Como en todo, una relación necesita dedicación constante. Y precisamente el alivio de que al oír un Te quiero nos relajemos, es el principal motivo de que una relación pueda ir cuesta abajo.


Mientras eso no sucede, vivir enamorados parece ser fabuloso. Amar y que te amen soluciona el hambre en África, te hace dar cuenta de lo vacía que era tu vida antes de su llegada. Las personas que viven enamoradas tienen una piel más bonita, un brillo en la mirada. Son felices e ignoran a aquellos que les odian. El aislamiento es un rasgo común en la gente que vive enamorada. Ese embobamiento que tiende a ser sectario y que aleja a las parejas de todo contacto con el exterior. Adiós a la vida social, adiós a planes en individual y a menudo la tensión por estar horas o días sin la persona que se quiere al lado.


Parejas que se besan en publico, pasean de la mano. Muestran su amor al mundo. Mientras los demás desean que en el mismo momento que cruzan acaramelados el paso de cebra, un camión de la basura los atropelle volcando todas sus vísceras, incluidos esos corazones que latían al unísono.


Como en todas las cosas, el amor también tiene contraportada. Hay quien vive maldiciendo la ley cósmica. Es posible que vayan pasando los años y el amor no aparezca. Hay quien llega a la vejez sin haber prestado mucho caso a los sentimientos. Curiosamente esa gente ha tenido vidas sociales activas, y es propietaria de bonitas casas, coches estupendos y vestidores infinitos. Incluso cuando el amor no existe, se suple su ausencia con compras, relaciones sin compromiso o coches de 200 caballos.


Hay gente que está predestinada a ser abandonada una y otra vez. Todo el mundo sabe que las chicas que utilizan ropa interior de seda, terminan abandonando a los chicos con los que salen. Porque vamos, cuando utilizas ropa interior de ese tipo, algo dentro de ti te dice que mereces a un hombre mejor que con el que estás. ¿Pero, y ellos? Todavía lo tienen peor. Para cuando han asumido que la ropa interior masculina de seda es hortera, su vida ya es una carrera sin frenos hacia la homosexualidad.


Algunos prefieren llorar porque no conocen el amor. Tampoco sería necesario volcarse en su faceta más frágil y vulnerable. Las lagrimas tienden a coger protagonismo en ausencia o ruptura del amor. Y eso no siempre tiene porque terminar pasando. Realmente si llegamos a la edad adulta y no hemos encontrado a nuestra media naranja, será el momento idóneo para preguntarse. El Amor; ¿Se busca, o él nos encuentra a nosotros?


De todos los sentimientos grises que conocemos, hay uno que es de color rojo; El Amor. Para algunas personas esta palabra puede sonar lejana.Pero realmente el amor encierra muchas otras cosas. Si partimos de la idea de que lo que ayer fue herejía hoy es ciencia. Por esa regla de tres, el amor que estemos viviendo hoy terminara siendo la incredulidad de mañana.


Mientras que la cocaína o el éxtasis liquido tuvieron su auge popular. Las cosas del querer nunca han ido a la baja. Convirtiéndose así en la droga más recurrida. Trayendo con ella también 'el mono' cuando el Amor escasea.


Objetivamente, uno puede vivir su vida sin esperar a que le digan Te Quiero. La tendencia al catastrofismo que nos viene acompañando desde el 31 de Diciembre de 1999 es latente. Mientras todos estaban asustados por sus ordenadores y toda esa sátira de mentiras cibernéticas, ligadas al efecto 2000. Esa noche no murió ningún sistema informático. Lo único que nos abandono fue el amor.


Las relaciones han ido evolucionando. Pero dicha evolución ha llegado antes por la moda de cada década, que por las propias necesidades emocionales. Incluso la relación más solida tiene fecha final. Una infidelidad, o la muerte, pero en cualquier caso nada dura para siempre. Y a veces tener un plan B, una ruptura preparada, para cuando el barco empiece a hundirse, no resulta tan mala idea. Amar es dudar, y generación tras generación esas dudas se han ido haciendo cada vez más latentes ¿Pero en que década dejaron de ser dudas para transformarse en excusas?


Hoy en día el mayor reclamo para dejar una relación es el típico 'No estamos buscando lo mismo'. Pero aunque eso fuera cierto, preferimos escudarnos tras mil pretextos infumables para no dar viabilidad a nuestros verdaderos deseos internos Si nos quejamos de que estamos cansados de relaciones que no van a ninguna parte ¿Porque seguimos incubando el huevo de serpiente?


Amor; ¿Realidad o ficción?
















19.10.11

5. Amores LoveCraftianos

Tomar decisiones puede llegar a ser una odisea sin billete de vuelta. A donde podemos ir de vacaciones, si el iPhone nos gusta más en blanco o negro. Con que hit de Michael Jackson nos quedamos. Otras decisiones son ligeramente más trascendentales; ¿Realmente vale la pena seguir viendo a esa persona?


Vivimos constantemente de cara a la galería. Parece que nadie camine de manera natural. Es como si unos focos nos alumbraran, y el clic flash de una cámara nos retratara continuamente en nuestras posturas más comprometedoras.


 La belleza que puede desprender uno mismo se ha ido convirtiendo en una carta de presentación que está en todas partes. Las personas escogemos y estudiamos nuestros mejores looks. Analizamos y trabajamos la actitud frente a un espejo. Queremos encontrar a alguien que pueda querernos hasta el resto de nuestra vida. ¿Hasta que punto es sensato, no confiar en que una persona se vaya a quedar mucho tiempo a nuestro lado?


Continuamente nace de nosotros la necesidad de etiquetar a alguien de rollete, esposo, novio, amante o follamigo. Al hacerlo estamos reduciendo las posibilidades de que esa persona nos pueda mostrar lo que representa en esta vida.


Y es que al etiquetar, estamos poniendo un nombre, un motivo, una fecha. Etiquetar termina significando algo.  Representa aquello que ansiamos, y es entonces cuando uno se da cuenta, que tiene lo que no quiere, y quiere lo que no tiene.


La mayoría de veces creemos estar viviendo amores LoveCraftianos que se traducen a meros romances de pacotilla. Curiosamente todo el mundo termina viendo cuando una relación huele mal. O casi todos, pues sus propios componentes no suelen ser capaces de auto imponer un final poco doloroso a el estrépito que va a terminar siendo de todas maneras.


Cierto es que el amor lo puede todo, y que no hay montaña suficiente alta o lago demasiado ancho para que lleguemos a esa persona especial. ¿Pero que sucede cuando la  tenemos finalmente cara a cara?


 ¿Cuales son los verdaderos motivos para no decir en voz alta 'Si, quiero`?


Si quiero, estar contigo.
Si quiero, conocer a tus padres.
Si quiero, que dejemos de ver a otras personas.


Es nuevamente el miedo. Ese mismo miedo que uno vive y
experimenta cuando la indecisión nos obliga a chupar banquillo emocional una vez más. Vemos con furia, como son otros los que juegan nuestros partidos. Pero estamos ocupados pensando en como y cuando hacer. Meditar y reflexionar es sensato, pero ¿Hasta cuando podremos aguantar de reserva?


¿Que sucede cuando el miedo al compromiso no desaparece nunca?


La soledad acecha. Marca cada día que pasa y hemos seguido estando solos. La soledad es posiblemente el mayor mal que cubre nuestra sociedad. Conllevando con ello a un pánico imaginario. Las prisas son malas consejeras y nos pueden conducir a relaciones que no conducen a ningún sitio.


Relaciones sentimentales que no funcionan, pero no terminan por ese miedo al vacío posterior. Es duro reconocerlo, el miedo a estar solos es un motivo bajo el que muchas personas viven expuestas. Motivo más que suficiente para alargar relaciones de todo tipo que no llevan a ningún sitio. 


Ese es un limbo donde flotan todas esas relaciones sin sentido. A la espera de que alguien haga con ellas algo poco productivo. Al parecer el amor también entiende de ideas conceptuales. Posiblemente nos atraiga mucho más la idea de estar en pareja, que el echo de terminar teniéndola.


Sería mucho más fácil si en cuestiones emocionales pudiéramos Reducir reciclar. Aunque de momento solo hay la opción de reutilizar y termina resumiendo el clásico -Mierda, me he acostado otra vez con mi ex pareja. 


En tiempos remotos el amor era solo un concepto arcaico. Todo era mucho más fácil. Un hombre idealizaba tanto a la mujer de sus sueños, que el miedo a que no resultara como imaginaba, le impedía romper ese sueño. Ese hombre vivía teniendo constantemente en mente a esa mujer, la deseaba con todas sus fuerzas. Pero en la mayoría de los casos el Romance maldito era quien terminaba ganando y separando a esas personas que pudieron haber sido, en panteones distintos.


Hoy en día ya no existe ese tacto. No se estila pedir a alguien si quiere ser nuestra pareja. Sucede sin más. Un día besas a alguien a quien semi conoces, follas en su casa y te permite que te quedes a dormir. A la mañana siguiente, es vox populi que esa persona y tu sois pareja. 


Hemos crecido con la imagen de una manzana que condena a una pareja que se quería. Una pareja heterosexual, joven, blanca, católica y delgada que lo tenía todo. Adán y Eva eran perfectos. Vivían en el paraíso, lo tenían todo. Pero distintos deseos y pensamientos fueron los que les llevaron a ser unos desgraciados, terminando por vivir condenados a ser desterrados. 


Hoy en día Adán y Eva quedan muy lejos como referente de pareja. Principalmente porque su castigo fue tan simple como tener que marcharse del paraíso. Nuestro castigo es mucho más duro. Nosotros tenemos que vagar con el peso de preguntarnos constantemente a donde van todas y cada una de nuestras relaciones.


Resulta agotador intentar encontrar señales. Analizar si nuestro horóscopo es compatible con el suyo. Descubrir si el chocolate le gusta puro o con leche. Suena demasiado bien plantearse un veridico 'Lo que surja'. La teórica es una cosa, pero a la práctica nunca se parecen mucho los resultados. 


Momentáneamente, en el momento que dos extraños pasan a tener una relación contemporáneamente estable, ya tienen que barajar en la más estricta intimidad, si esa es la persona con la que dar un paso más. Unos hijos sanos, un hogar bien decorado y demás objetivos a cumplir.


¿Realmente queremos un matrimonio con hijos y hogar con cortinas y tapicería a juego, o estamos educados y programados para creer que esa santa trinidad emocional es sinónimo de felicidad de la buena?


Entregarse en una relación es muy personal. Intentar marcar unos limites, procurar encontrar tu ritmo, hacer personal e intransferible esos sentimientos hacia otra persona.


Hay quien no lo consigue nunca. Tal vez esas personas no hayan nacido para ello.



11.10.11

4. ¿Es la superficialidad una vacuna que pueda protegernos?

El materialismo suele ocultar carencias afectivas, la promiscuidad femenina, una falta de figura paterna. Dentro de nosotros viven descargados como politonos, millones de motivos que han sido anclados en nuestro menú emocional. 


Allí figuran en lista por tal de que los configuremos a nuestra medida. A nuestro antojo, se sirven como manías, defectos, obsesiones y fobias. Todas ellas tienen sus respectivas ramificaciones, que terminan empujándonos a comprar un bolso que no necesitamos o volvamos a levantarnos desnudos al lado de alguien a quien conocimos la noche anterior.


Tan común como toser, bostezar o mirar mal a alguien que no nos cae bien. Viva supervivencia, nacida y existente porque nuestra mente así lo necesita. La superficialidad compite de cerca con antagónicas costumbres. Ser frívolo se hizo común en los 90. Década conocida por ser la cuna de los snobs y meca del hedonismo más hortera.


Dentro de nosotros nos recorre. Junto a la sangre que llena nuestras venas, hasta bombear el corazón. Circula por arterias, médulas óseas y nos hace sentir vivos. La Electricidad personal. La que mueve nuestros cuerpos. La misma que enciende el corazón. La que nos hace brillar con luz propia. Sin frivolidad en nuestra personalidad, adiós a las oportunidades. Gracias a ella, que lucha contra el cinismo que nos hace perder la esperanza.


La frivolidad es según se mire una opción. Un estilo de vida basado en no tomarse las cosas a la tremenda. Tal vez hay quien crea que puede ser motivo de una cobardía subversiva. Pero aunque resida en la epidermis, la frivolidad también forma parte de las capas de nuestra piel. Está relacionada como antagónica a la profundidad necesaria para cuidar del espíritu, y con ello mejorar nuestras relaciones.


Hay una cultura que reza a la frivolidad. Dejando claro que desde pequeños, deberíamos ser formados con esa ligereza innata para no prestar atención a lo que verdaderamente importa. El raciocinio no está tan lejos de la frivolidad. Uno debe tener claro que el fundamentalismo cubre cualquier manera de hacer y pensar en la vida. Posturas como el fanatismo, la mentira o la religión son a su manera también frívolas.


¿Que lugar ocupa la frivolidad en el Amor?


Porque viviendo en una sociedad tan planificada, donde no hay un fallo sin corrección. Nulo termina siendo el margen que damos a la espontaneidad. No puede ser tan malo caminar sin rumbo. A la vista está que aprenderse el guión de nuestra vida, tampoco resulta garantía de que las cosas terminen de salir siempre bien. La frivolidad, abre los conductos nasales, nos abre los ojos, activa las papilas gustativas. Hace que podamos sentir que tacto tienen las cosas cuando no se planean. Convierte todos los días en lienzos en blanco. Destruye el miedo al ridículo, empujándonos a conseguir una felicidad más plena, elaborada y por desgracia necesaria.


Generalmente hay miedo a la felicidad. Como si esta llegase después de un enorme abismo. Alcanzar la felicidad plena es difícil, incluso inexistente como concepto real. No hay una estación con su nombre, pero si un tren. Un tren al que puedes subir y para el que solo necesitas un billete, que hasta llegar a la conclusión, vale la pena apretar fuerte entre tus manos. En ese mismo camino se conoce a mucha gente interesante, encontramos señales que nos revelan quien fuimos, y aunque ese viaje no termine siempre en la estación del Amor para siempre, el paisaje y los acompañantes de vagón pueden hacernos el trayecto digno de recordar. Y nos ha alejado del punto del que partimos al subir a ese tren.


El compromiso con los demás. Debería empezar por el compromiso con uno mismo. Para tener buenas relaciones, sentimentales, físicas, sociales y emocionales, es necesario estar bien con nosotros mismos. Cargar la batería de nuestra electricidad personal. Tener encendido el corazón y abrir más la mente, en contra de prejuicios que obstruyen las vías a la felicidad. A menudo el costumbrismo es como el colesterol, que sale de la mantequilla. Untarse de costumbrismo no parece peligroso, pero a la larga las analíticas emocionales terminan revelando obstrucción.


No hay nada de malo en vivir en una relación dual. Cada cual tiene sus propias necesidades sentimentales. Y aunque a la larga pueda resultar dañino quedarse todas las noches con las manos entrelazadas en el sofá, cada pareja debe encontrar su propio estilo. No es un secreto que muchas personas buscan en sus futuras parejas, una prolongación de la relación que tuvieron con sus padres. Pero si calibramos ese riesgo, podría ser peor caer en una relación donde la otra persona, solo sepa divertirse tenga dificultad para deletrear compromiso.


El mismo asfalto que pisamos, ha sido pisado antes por muchas otras personas que ahora lloran un fracaso. Es entonces cuando deberíamos ser frívolos. Desnudarnos frente un espejo, y observar lo que vemos. Castigarse por haber fracasado es cruel. Muchas veces las relaciones funcionan, hay un porcentaje que no lo hace, pero no es culpa de alguien con nombre y apellidos. Son muchos los factores a tener en cuenta. Las necesidades unilaterales. Las ganas de hacer cosas en conjunto, el grado de compromiso. Familia, amigos y terceras personas.


Desnudos frente a ese espejo, podemos llegar a llorar. Y no es malo, incluso una cura de humildad que solo desconocerán aquellos que al verse desnudos no vean ni un solo motivo por el que lamentarse. En ese caso si uno visualiza en si mismo una obra de arte. Exenta de fallos e imperfecciones, solo entonces debería salir corriendo a la calle. Vivir rápido, castigar a la gente fea, pedir doble de todo y sentirse maravilloso. Porque así es la vida. 


Un aura brillante nos rodea constantemente, y solo cuando estamos tristes parpadea. No todos pueden verla, por eso es necesario prestar atención a la Electricidad personal.


La vanidad y el narcisismo son clínicos. Plagas que azotan nuestra sociedad y que a la vez ocultan gente que sufre en silencio. Diagnosticados en pro de una soledad que ha terminado derivando en lo más fácil. El culto al cuerpo, un hedonismo improvisado. Podemos posar frente a una cámara, ponernos bien el pelo y lanzar un beso, en la portada de nuestra vida, las lagrimas nunca se verán reflejadas. Ese tipo de tristeza es interior. Es amarga y cruda. Borbotones de sangre la cubren. Confusión y soledad absoluta, que desaparecen cuando uno sale a caminar tonto y desorientado. El deseo de llorar a escondidas. Sintiendo que nuestro corazón ya se está tambaleando de lado a lado, y terminara roto en el suelo, barrido junto a la mierda que se acumula bajo las camas Mirar de reojo hacia el pasado no puede ser tan malo. Siempre y cuando no tengamos bajo cerrojo los malos recuerdos y hayamos olvidado porque no teníamos relación con nuestra ex pareja.


La gente dice cambiar, incluso después de una grata sorpresa inesperada. Un ex novio te dirá lo mucho que ha cambiado, que aunque se fuera con la que era tu amiga, sigue pensando en ti, propondrá un café que nunca llegara. Una mala excusa para irte antes de que tu cara anuncie la manía que le sigues teniendo. Para eso es mejor marcharse lejos. Comenzar a caminar. Caminar por calles que no terminan nunca. Un asfalto frio y húmedo bajo el que se sotierran todos esos sentimientos que no venden. Todo aquello que sea poco estético en el amor no se saca del almacén. Cual mercancía, son expuestas esas relaciones amorosas en grandes e iluminados escaparates. Parecen no tener un solo defecto. 


Tan difícil y a la vez claro como que nunca en esta vida lo tendremos todo. Cuando podamos permitirnos el bolso de nuestros sueños, terminaremos acompañándolo de un chico rudo de esos que tiene la misma facilidad para meterse en líos, que nosotros en dar la vuelta y mirar con recelo a otro escaparate. El costumbrismo al igual que las relaciones podemos encontrarlas en la misma área. No siempre tienen porque ir de la mano. Hay veces en las que el propio costumbrismo prefiere vivir (antes) solo que mal acompañado. Aspirar a que alguien nos rescate en esta vida, es arcaico, pero efectivo.


El costumbrismo a la larga termina siendo igual de malo que trabajar todo el día en el campo. Sabes que un espantapájaros no terminara regalándote una alianza, ni se lo podrás presentar a tus padres. Pero no conoces otra cosa, ni esperas vida más allá de donde cubren los trigales.


Me pregunto si seré menos frívolo al preguntarme si hay vida más allá del asfalto emocional. ¿Alguien conoce que se encuentra tras la periferia de las relaciones?


Terminar de rodillas ancladas al banco de una iglesia para pedir a la virgen que nos haga inmunes a esa espera que nos consume y nos hace sentir tan poco especiales para el prójimo, es poco frívolo. Incluso Yo sé que hay otras posturas que se contradicen a la frivolidad. Si, eso es cierto; Mañana volveremos a abrir los ojos. Y aunque no encontremos un motivo para vivir, la sangre seguira corriendo por nuestras venas.


En nuestro cerebro albergamos tantisimas imagenes que nuestro subconsciente inicia 'Dejen salir antes de entrar' en forma de lagrimas. Todas esas lagrimas significan un dolor que se evapora lentamente. Nuestra retina queda iluminada por los constantes mensajes que paralizan nuestro corazón. Las relaciones no siempre de la mano del amor, están por todas partes- Las encontramos en la cafeteria donde desayunamos todas las mañanas, difuminadas entre la bolleria y el olor a cafeína. Sentados en el cine, con la boca llena de palomitas y mirando al frente, donde una pantalla nos enseña lo maravilloso que es amor, pero lo doloroso que resulta lo deja para los creditos finales, cuando todo el mundo ya se ha levantado y no queda nadie en la sala.


Al lado de los congelados en el supermercado, en el parque cuando evitamos mirar esas familias felices y fertiles, que en secreto maldicen una mala hipoteca.


Avenidas llenas de escaparates donde se reflejan todos aquellos sentimientos que parecen inmortales. Tambien reflejan relaciones perfectas, nuevas y apetecibles. Todas ellas con garantia de 3 años. Es placentero pasar por su lado, y sentir como esas parejas felices y fértiles envidian tu frivolidad. 



5.10.11

3. Botánica Sentimental ¿Opción u Obligación?

Opuestamente todo en esta vida tiene un inicio y un final. Mil y una son las maneras de terminar una relación; pero solo una pregunta ¿Que nos ha pasado? Difícilmente podremos encontrar una respuesta valida u adecuada. Reinara aquella incomodidad de dos personas que se quisieron y ahora se despiden. En ese margen de despedida no hay espacio para la auto indulgencia. Suena ridículo preguntarse y preguntar a la otra persona. Todas aquellas respuesta solo se teñirían de reproches mutuos y no terminarían resultando motivos convincentes. Todo se resume, a que una parte de nuestro cerebro cede a la dominante. Y nos volvemos volubles creyendo que la culpa es solo nuestra.  


En una despedida. Dos personas adultas, deciden que no pueden convivir durante más tiempo. Pero hasta que punto, eso significa que debamos caminar hacia el frente esperando lo mejor para nosotros. ¿Que podríamos perder si al darnos la vuelta, una mirada nos pide que nos quedemos para el resto de la vida? Sería fustigarse si al girarnos vemos que no hay nadie.

Por suerte o por desgracia uno abandona el Hotel de la ruptura cargando su propio equipaje. Baúles y maletas llenos de recuerdos que no van a utilizarse nunca más. Sabiendo que en todas las relaciones, hay siempre una parte que quiere más que la otra. Y para que engañarnos. Es consolador saber que hemos sido la parte que ha sido más querida. La dualidad por idealizada que esté, solo existe para las lesbianas.


En su momento álgido, una pareja, no reserva sitio para dudas, rumores ni impedimentos. Aunque muchas terminan y caen por un precipicio, aunque muchas de estas relaciones agonizen tiradas en una cuneta a merced de ortigas y matorral de carretera. Cuando caminamos sin rumbo: Es entonces que deberíamos analizar. Preguntarnos a nosotros mismos: 

¿Donde han ido todas esas promesas?



Preguntarse que sucedería si el orgullo o las terceras personas no indagaran en las relaciones. Suele ser bastante común. Cuando dos personas quieren estar juntas: De golpe, nace la magia. Toda esa magia, esos fuegos artificiales, esas mariposas en el estomago. Obligados a convivir durante mucho tiempo en un jardín botánico. Un Jardín en el que podrás merendar, perdiendo la noción del tiempo. Un Jardín por el que vas a pasear cogido a la mano de quien quieres. Donde todas las flores oleran a compromiso y las rosas no pincharan con sus mentiras. A pesar de ello un Jardín botánico, es precisamente bonito porque necesita de cuidados especiales y constantes. Cada día podremos ver esa evolución de una flor que evoca la tristeza. Como aquella planta que representa la dualidad va irguiendo su postura. Podemos regar nuestro jardín emocional, más bien es elemental si no queremos que el manto del Invierno sentimental nos lo destruya. Cuidar de la botánica sentimental, es más una obligación que una opción. 


A la llegada del frio ¿Que sucede cuando cerramos ese jardín botánico a la espera de un nuevo verano? ¿Olvidamos que esas flores se marchitaran, y el regreso será duro? Sea como sea siempre terminamos llegando al final, el momento en el que lamentamos no haber guardado sulfato emocional. Para fumigar a los problemas del pasado.  


El amor es ese jardín botánico. Cierra sus puertas de cristal y no entiende que fuera el frío sea latente. No sabe que hay quien cree que las flores que alberga en su interior sean feas, o no tienen encanto. Ha resultado sensacional perder con otra persona la noción absoluta del tiempo. Darse cuenta que has llegado tarde a todas partes, que tus amigos te reclamaron más tiempo. Sentir que has caminado sin rumbo. Como un autentico romantico senil. La mano de la monogamia te ha ido alejando de tu antiguo Yo. Pero tan bonito como importante, es podar, sacar las malas hierbas y sulfatar. Porque solo entonces tendremos el mejor Jardín de todos. Cuando uno no sabe donde empieza su parcela y termina la de su pareja, tiene un problema. Ha perdido el visado que le permite abandonar la Monogamia, para cruzar la frontera a la vida social en singular. Aunque bonitas, ese tipo de relaciones sectarias, son como una especie de navidades sentimentales que se alargan perpetuamente. Ignorando que en año nuevo la rutina y el costumbrismo están esperando también para pasar cuentas con nuestras relaciones.


Al igual que tener un vestidor de ensueño: La monogamia trae consigo años de búsqueda, invertir lo que uno no tiene en la banca personal, para terminar presumiendo de que todo lo adquirido es sumamente necesario. Claro, que tener pareja, es todavía más complicado que encontrar el bolso ideal para cada mañana. Porque ser monógamo es igual a tener un solo bolso. Puede ser caro, puede ser de piel legitima, y de edición numerada y limitada. Pero es uno solo, y no podemos esperar a que quede bien con todos y cada uno de nuestros conjuntos. Es excitante, sensacional y único sentirse querido, ser correspondido. Podemos pasar una vida entera hasta que encuentres a esa persona que encuentra en ti un motivo para sonreír cuando admira el mal despertar que tienes. 

 Y para ese entonces tan solo podremos dar las gracias al cielo. Gracias porque hasta el ultimo de nuestros días podamos seguir abriendo los ojos al lado de esa persona que nos quiere tal y como somos. 

''Las estaciones terminan marcando aquello que sentimos. La gélidez del Invierno, nos mantiene alerta, la alergia Primaveral nos altera, la metamorfosis del Otoño nos entristece hasta que cuando despertamos de ese coma emocional que nos mantiene lejos de todo, llega el verano. Y con él esa excitación interior que nos hace pensar que tenemos al amor de nuestra vida comiendo un helado en nuestra misma zona de correos.


Es en verano cuando muchos encuentran el amor. Saber que se quiere a otra persona. Ganas de estar juntos, hacerlo bien. Es una sensación placentera, de la que uno no quiere despertar. Como si no existiera nadie más. Como si todo lo que uno necesitara todavía no hubiese sido adquirido a estas alturas de siglo XXI.


Me pregunto a mi mismo si todavía hoy, hay alguien que siga buscando respuestas. Todo el mundo que conozco, se ha dado por vencido y ya no sueña con encontrar una felicidad plena. Aunque curiosamente el magnetismo exista. Es una tarea lenta y desesperante, pero levantarse por las mañanas y pensar que hay alguien en el mundo, que en ese mismo momento se pregunta 'Como puede estar viviendo sin nosotros' es si más no estimulante. Tarde o temprano, esa persona llega. Suele venir con un billete de ida y vuelta, pero mientras lo estamos abrazando no debemos pensar si es verdad que la vida está formada solo por círculos y triángulos, obligados a convivir sin entenderse mutuamente.


No es fácil asumir, que nos hemos enamorado de una persona equivocada. Posiblemente terminaremos hablando con desprecio sobre la idea de que esa persona que hemos dejado atrás, no era para nosotros. Y esa es señal de que por dentro deseamos dejar esas maletas en el suelo para salir corriendo nuevamente en dirección de la persona equivocada.

No es malo perder la esperanza, sobretodo si sabes que esa persona no te convenía en absoluto. Precisamente la esperanza debería ser lo primero que uno pierde después de la dignidad, cuando una relación es fallida.


Mortificando nuestro ego durante todos los días, hasta que realmente encontremos a esa persona que nos aceptara tal y como somos. Admitiendo que hemos fracasado, nuestro duelo se arrancara cual tirita en la rodilla rasguñada.


Muchos te dirán lo bien que te ves desde que vuelves a estar solo. Así que haz oídos sordos a aquellos que te digan lo estúpido que has sido por dejar perder a una pareja tan maravillosa como la que tenias.


Solo cuando tu Ego pisoteado haya asumido que en el amor también se puede caer en bancarrota. Que cuando tus amigos te hablan de conocer a gente nueva, te sientas como en una ruleta rusa emocional. Cuando terminas asumiendo que todo es una mierda y te juras a ti mismo que no volverás a meterte en esa jungla sentimental que conduce al amor. Solo entonces sentirás que no quieres ser un idiota, descubriendo que el inicio de cualquier amor que pueda funcionar solo arranca cuando te quieres a ti mismo con la triste, pero real verdad que reza aquello de ‘Lo mejor de tu vida, eres tu’.