El materialismo suele ocultar carencias afectivas, la promiscuidad femenina, una falta de figura paterna. Dentro de nosotros viven descargados como politonos, millones de motivos que han sido anclados en nuestro menú emocional.
Allí figuran en lista por tal de que los configuremos a nuestra medida. A nuestro antojo, se sirven como manías, defectos, obsesiones y fobias. Todas ellas tienen sus respectivas ramificaciones, que terminan empujándonos a comprar un bolso que no necesitamos o volvamos a levantarnos desnudos al lado de alguien a quien conocimos la noche anterior.
Tan común como toser, bostezar o mirar mal a alguien que no nos cae bien. Viva supervivencia, nacida y existente porque nuestra mente así lo necesita. La superficialidad compite de cerca con antagónicas costumbres. Ser frívolo se hizo común en los 90. Década conocida por ser la cuna de los snobs y meca del hedonismo más hortera.
Dentro de nosotros nos recorre. Junto a la sangre que llena nuestras venas, hasta bombear el corazón. Circula por arterias, médulas óseas y nos hace sentir vivos. La Electricidad personal. La que mueve nuestros cuerpos. La misma que enciende el corazón. La que nos hace brillar con luz propia. Sin frivolidad en nuestra personalidad, adiós a las oportunidades. Gracias a ella, que lucha contra el cinismo que nos hace perder la esperanza.
La frivolidad es según se mire una opción. Un estilo de vida basado en no tomarse las cosas a la tremenda. Tal vez hay quien crea que puede ser motivo de una cobardía subversiva. Pero aunque resida en la epidermis, la frivolidad también forma parte de las capas de nuestra piel. Está relacionada como antagónica a la profundidad necesaria para cuidar del espíritu, y con ello mejorar nuestras relaciones.
Hay una cultura que reza a la frivolidad. Dejando claro que desde pequeños, deberíamos ser formados con esa ligereza innata para no prestar atención a lo que verdaderamente importa. El raciocinio no está tan lejos de la frivolidad. Uno debe tener claro que el fundamentalismo cubre cualquier manera de hacer y pensar en la vida. Posturas como el fanatismo, la mentira o la religión son a su manera también frívolas.
¿Que lugar ocupa la frivolidad en el Amor?
Porque viviendo en una sociedad tan planificada, donde no hay un fallo sin corrección. Nulo termina siendo el margen que damos a la espontaneidad. No puede ser tan malo caminar sin rumbo. A la vista está que aprenderse el guión de nuestra vida, tampoco resulta garantía de que las cosas terminen de salir siempre bien. La frivolidad, abre los conductos nasales, nos abre los ojos, activa las papilas gustativas. Hace que podamos sentir que tacto tienen las cosas cuando no se planean. Convierte todos los días en lienzos en blanco. Destruye el miedo al ridículo, empujándonos a conseguir una felicidad más plena, elaborada y por desgracia necesaria.
Generalmente hay miedo a la felicidad. Como si esta llegase después de un enorme abismo. Alcanzar la felicidad plena es difícil, incluso inexistente como concepto real. No hay una estación con su nombre, pero si un tren. Un tren al que puedes subir y para el que solo necesitas un billete, que hasta llegar a la conclusión, vale la pena apretar fuerte entre tus manos. En ese mismo camino se conoce a mucha gente interesante, encontramos señales que nos revelan quien fuimos, y aunque ese viaje no termine siempre en la estación del Amor para siempre, el paisaje y los acompañantes de vagón pueden hacernos el trayecto digno de recordar. Y nos ha alejado del punto del que partimos al subir a ese tren.
El compromiso con los demás. Debería empezar por el compromiso con uno mismo. Para tener buenas relaciones, sentimentales, físicas, sociales y emocionales, es necesario estar bien con nosotros mismos. Cargar la batería de nuestra electricidad personal. Tener encendido el corazón y abrir más la mente, en contra de prejuicios que obstruyen las vías a la felicidad. A menudo el costumbrismo es como el colesterol, que sale de la mantequilla. Untarse de costumbrismo no parece peligroso, pero a la larga las analíticas emocionales terminan revelando obstrucción.
No hay nada de malo en vivir en una relación dual. Cada cual tiene sus propias necesidades sentimentales. Y aunque a la larga pueda resultar dañino quedarse todas las noches con las manos entrelazadas en el sofá, cada pareja debe encontrar su propio estilo. No es un secreto que muchas personas buscan en sus futuras parejas, una prolongación de la relación que tuvieron con sus padres. Pero si calibramos ese riesgo, podría ser peor caer en una relación donde la otra persona, solo sepa divertirse tenga dificultad para deletrear compromiso.
El mismo asfalto que pisamos, ha sido pisado antes por muchas otras personas que ahora lloran un fracaso. Es entonces cuando deberíamos ser frívolos. Desnudarnos frente un espejo, y observar lo que vemos. Castigarse por haber fracasado es cruel. Muchas veces las relaciones funcionan, hay un porcentaje que no lo hace, pero no es culpa de alguien con nombre y apellidos. Son muchos los factores a tener en cuenta. Las necesidades unilaterales. Las ganas de hacer cosas en conjunto, el grado de compromiso. Familia, amigos y terceras personas.
Desnudos frente a ese espejo, podemos llegar a llorar. Y no es malo, incluso una cura de humildad que solo desconocerán aquellos que al verse desnudos no vean ni un solo motivo por el que lamentarse. En ese caso si uno visualiza en si mismo una obra de arte. Exenta de fallos e imperfecciones, solo entonces debería salir corriendo a la calle. Vivir rápido, castigar a la gente fea, pedir doble de todo y sentirse maravilloso. Porque así es la vida.
Un aura brillante nos rodea constantemente, y solo cuando estamos tristes parpadea. No todos pueden verla, por eso es necesario prestar atención a la Electricidad personal.
La vanidad y el narcisismo son clínicos. Plagas que azotan nuestra sociedad y que a la vez ocultan gente que sufre en silencio. Diagnosticados en pro de una soledad que ha terminado derivando en lo más fácil. El culto al cuerpo, un hedonismo improvisado. Podemos posar frente a una cámara, ponernos bien el pelo y lanzar un beso, en la portada de nuestra vida, las lagrimas nunca se verán reflejadas. Ese tipo de tristeza es interior. Es amarga y cruda. Borbotones de sangre la cubren. Confusión y soledad absoluta, que desaparecen cuando uno sale a caminar tonto y desorientado. El deseo de llorar a escondidas. Sintiendo que nuestro corazón ya se está tambaleando de lado a lado, y terminara roto en el suelo, barrido junto a la mierda que se acumula bajo las camas Mirar de reojo hacia el pasado no puede ser tan malo. Siempre y cuando no tengamos bajo cerrojo los malos recuerdos y hayamos olvidado porque no teníamos relación con nuestra ex pareja.
La gente dice cambiar, incluso después de una grata sorpresa inesperada. Un ex novio te dirá lo mucho que ha cambiado, que aunque se fuera con la que era tu amiga, sigue pensando en ti, propondrá un café que nunca llegara. Una mala excusa para irte antes de que tu cara anuncie la manía que le sigues teniendo. Para eso es mejor marcharse lejos. Comenzar a caminar. Caminar por calles que no terminan nunca. Un asfalto frio y húmedo bajo el que se sotierran todos esos sentimientos que no venden. Todo aquello que sea poco estético en el amor no se saca del almacén. Cual mercancía, son expuestas esas relaciones amorosas en grandes e iluminados escaparates. Parecen no tener un solo defecto.
Tan difícil y a la vez claro como que nunca en esta vida lo tendremos todo. Cuando podamos permitirnos el bolso de nuestros sueños, terminaremos acompañándolo de un chico rudo de esos que tiene la misma facilidad para meterse en líos, que nosotros en dar la vuelta y mirar con recelo a otro escaparate. El costumbrismo al igual que las relaciones podemos encontrarlas en la misma área. No siempre tienen porque ir de la mano. Hay veces en las que el propio costumbrismo prefiere vivir (antes) solo que mal acompañado. Aspirar a que alguien nos rescate en esta vida, es arcaico, pero efectivo.
El costumbrismo a la larga termina siendo igual de malo que trabajar todo el día en el campo. Sabes que un espantapájaros no terminara regalándote una alianza, ni se lo podrás presentar a tus padres. Pero no conoces otra cosa, ni esperas vida más allá de donde cubren los trigales.
Me pregunto si seré menos frívolo al preguntarme si hay vida más allá del asfalto emocional. ¿Alguien conoce que se encuentra tras la periferia de las relaciones?
Terminar de rodillas ancladas al banco de una iglesia para pedir a la virgen que nos haga inmunes a esa espera que nos consume y nos hace sentir tan poco especiales para el prójimo, es poco frívolo. Incluso Yo sé que hay otras posturas que se contradicen a la frivolidad. Si, eso es cierto; Mañana volveremos a abrir los ojos. Y aunque no encontremos un motivo para vivir, la sangre seguira corriendo por nuestras venas.
En nuestro cerebro albergamos tantisimas imagenes que nuestro subconsciente inicia 'Dejen salir antes de entrar' en forma de lagrimas. Todas esas lagrimas significan un dolor que se evapora lentamente. Nuestra retina queda iluminada por los constantes mensajes que paralizan nuestro corazón. Las relaciones no siempre de la mano del amor, están por todas partes- Las encontramos en la cafeteria donde desayunamos todas las mañanas, difuminadas entre la bolleria y el olor a cafeína. Sentados en el cine, con la boca llena de palomitas y mirando al frente, donde una pantalla nos enseña lo maravilloso que es amor, pero lo doloroso que resulta lo deja para los creditos finales, cuando todo el mundo ya se ha levantado y no queda nadie en la sala.
Al lado de los congelados en el supermercado, en el parque cuando evitamos mirar esas familias felices y fertiles, que en secreto maldicen una mala hipoteca.
Avenidas llenas de escaparates donde se reflejan todos aquellos sentimientos que parecen inmortales. Tambien reflejan relaciones perfectas, nuevas y apetecibles. Todas ellas con garantia de 3 años. Es placentero pasar por su lado, y sentir como esas parejas felices y fértiles envidian tu frivolidad.