16.9.12

19. Estímulos lágrimas y mentiras.

Vivimos rodeados de estímulos. Los mismos que traen consigo la tarea de hacernos entender, aprender y como bien indica estimular. A medida que se fusionan con nuestras vidas los incorporamos a nuestras rutinas. Gracias a ellos logramos reír llorar u odiar. En su vertiente nos terminan indicando como empezar a amar y rechazar aquello que no nos convenga.  ¿pero, son los estímulos tan buenos como se cree? Es posible que tengan su parte mala. Una letra pequeña que no nos llame la atención, pero que va perforando desde el mismo momento en el que los estímulos comparten mantel y cubiertos con nosotros.  

En un marco de tristeza es donde observamos  verdaderos estragos. Pena, irascibilidad, soledad e incomprensión vienen en el mismo paquete, juntos son considerados estímulos.

La tristeza es uno, el mismo que nos puede hacer llorar de dolor, sufrimiento y del ya clásico 'Todavía no sé ni porque estoy llorando' Mientras hay personas a las que les cuesta horrores verter lágrimas, otras lo hacen con una facilidad televisiva. Motivos para llorar no nos faltan. Aunque es la mentira, quien se condecora como ganadora. La mentira es uno de los motivos estrella por los cuales nuestra mirada se llega a cristalizar. No hay excusas. Por más  impecable que resulte nuestra manera de mentir, siempre terminara pareciendo soez y abrupta. 


''Llevamos mal que nos mientan. En todas y cada una de sus vertientes. Ser engañados, tener que mentir a otras personas, fingir que no sabíamos la verdad, conocerla de antemano. Todas ellas resultan igual de violentas''

La mentira es incomoda. De la superficialidad mintiendo sobre si a alguien le queda bien un vestido que nos parece horrible, a mentiras más complicadas como no soportar a la pareja de nuestro mejor amigo. 

La mentira nos envuelve en un bucle del que resulta difícil salir. Porque mentir va más allá de insistir en que poseemos un tono de pelo claro (que se aclara mágicamente cada 15 días en un salón de belleza) o al presumir de un abrigo de chinchilla que en realidad es una burda imitación sintética. Hay mentiras que deben ser tomadas en serio, porque duelen. Mentiras que pueden arruinarnos la vida. O en el peor de los casos, llegar a desterrarnos de ella.  

Mentir ya era considerado una plaga en tiempos Bíblicos. Faltar a la verdad era condenarse eternamente. A día de hoy en la educación primaria, se presta especial atención a la mentira. Los castigos suelen ser severos, indiferentes a la edad temprana de los mentirosos. La importancia de no decir la verdad, es penalizada con cárcel frente a un tribunal de Justicia, la mentira a modo de infidelidad, rompe cada día miles de relaciones en el mundo.

Ejemplos claros de sus nocivos resultados, que ilustran el porque mentir es tóxico. 

Hasta nuestros tiempos la mentira, ha ido desarrollando el concepto de herramienta contemporánea. Útil en cuestiones de ganar tiempo, pero como es evidente nunca termina siendo éxito. En conclusión; mentir es un truco zafio y de un bajo fondo incalculable.  

La realidad que nos rodea no siempre roza la misma intensidad con la que está albergada en nuestra mente. ¿Es eso mentir? La honestidad es el mejor escudo para evitarlo.  

Reconozco que ser  honesto es una tarea que puede resultar tosca, pero siendo sinceros, utilizarla con nosotros mismos, es lo mejor que podemos hacer cuando nos sintamos tentados por la mentira. Ser honesto es el mejor recurso. Sabiendo que aunque estamos de mierda hasta el cuello, pronto saldremos hacía adelante. 

Mentirse es jugar con clara desventaja, puesto que quien nos aprecia sabe de antemano que nos estamos engañando. Hacerlo con uno mismo es algo tan ridículo como adictivo. Hay gente que ha sido capaz de inventarse una vida entera, preguntando al morir porque nada salió como ellos querían.  


''Al mismo tiempo, la honestidad es como un perfume Francés. Hay quien lo usa en exceso y termina quedando como el energúmeno que no sabe diferenciar entre sinceridad y mala educación. Por el contrario, no rociarse con Honestidad por las mañanas hará que vayamos apestando a cinismo. Algo a lo que todo el mundo tememos''

El cinismo podría compartir buzón con la mentira. La facilidad con la que los cínicos muestran su virtud, resulta ostentosa a la vista de aquellos que prefieren asimilar de manera más sencilla las miserias de la vida. Al igual que leprosos, los cínicos se ven apartados. Recluidos a una valle donde es común dar  círculos entre pesimismo e ironía. 

El cinismo desvela las carencias más ocultas del ser humano. Más que una cualidad, es una cruz que no permite que nos relacionemos con naturalidad. En cambio, la honestidad es la suma entre verdad y tacto. Sucede lo mismo con nosotros. Por todos es sabido que no hay más crueldad, que la que podamos tener con nosotros mismos. ¿Que sucede entonces, cuando precisamos de la sinceridad para romper un vinculo? Frente una ruptura, por mucha honestidad que se use, hay verdades que no van a ser suaves. La ruptura es una de esas prendas ásperas. En su etiqueta la seda o el cashmere apenas se aprecian.  

''Romper una relación es duro e incluso patológico. Las verdades vuelan a modo de reproche. Se precisaría de un arbitro, dispuesto a calibrar cual de los dos ha sufrido más y quien es el que ha sacrificado menos''

Tener miedo a la verdad exterior no deja de ser una manera de asumir nuestros errores de conducta. En conclusión: Si queremos hacer de la honestidad nuestra bandera, es esencial que nos armemos de valor. Pues ir de honestos puede provocar que a otras personas (dolidas y de mal perder) les apetezca jugar con nosotros al mismo juego. Y la verdad sea dicha, hay algunas verdades que duelen, y mucho.