8.1.12

12. Mente y corazón

Dentro de nosotros hay alojadas dos maneras de ver y afrontar la vida. Resultan como aceite y agua, una tragicomedia Griega en la que impera esa lucha entre sensatez e irrealidad.


Mente y corazón. Antagónicos conceptos que se atrapan aprendiendo a vivir en conjunto. Si uno habla el otro escucha. Nunca se interrumpirán pero eso no salva que entre ellos aparezcan desavenencias.   


A pesar de todo su similitud resulta familiar. Son como esos padres hablando seriamente con un hijo. La mente es ese padre que lanza consejos y alecciona de manera imperativa, mientras que el corazón será una madre mucho más emocional, procurando suavizar la situación con un toque más suave ante la toma de decisiones.


Mente y corazón. Maneras de entender y vivir la vida. Dos prismas que ganan o pierden. Distintos y necesarios. Pero y en cuestiones de amor y sentimientos; ¿Para que funcione uno, tendriamos que desconectar el otro?  Es común creer que uno hace lo que siente, que es ridículo vivir atado a lo que pueda necesitar nuestro subconsciente. Raras veces dejamos pasar la oportunidad de decidir. Y para hacerlo necesitamos obviamente ayuda de uno u otro. 


Frente al amor tambien hay un patrón de conducta característico. Se relaciona a romance empedernido esa espera llamando a la puerta del corazón, aguardando a que nos de un consejo revelador que nos deje dormir por las noches. Lo que no sabe mucha gente es que enamorarse no llega a entender de mente o corazón. 


''Porque al final enamorarse no es otra cosa que un juego de azar. Su resultado únicamente termina dependiendo de la suerte que se tenga jugando''


Pero hasta que punto son distintas las dos opciones a elegir frente un dilema. Algo existe que nos termine condicionando a que tiremos por un camino en lugar del otro. ¿Es nuestra personalidad? ¿Nuestro nivel de exigencia?


Creo firmemente que no tiene porque ser la trascendencia del camino recorrido. Desde pequeños ya solemos mostrar una tendencia más o menos clara. Y en cuestiones de amor; Mientras que la mente ha tomado una clara posición haciendo paquete con la moral y la ética, el corazón solo ha podido aliarse a esas mariposas y las sonrisas con suspiros incontrolados.


Hay cosas que nunca cambian. Mente y corazón son como la derecha e izquierda. Cada parcela tiene su propio código postal. Cada una hace las cosas a su modo. Y uno debe marcar su prefijo correspondiente antes de ponerse en contacto con ellos para tomar una decisión.


Sería inútil negar que lo que nace en nuestra cabeza no termina bajando hacía el pecho. Pero todos esos sentimientos encontrados al llegar a la vena Aorta ya están diluidos en sangre, son decisiones mentales que el mismo cuerpo llevara a los riñones para ser filtrados y terminar convertidos en orina emocional.


Por desgracia y hasta el momento, no se ha encontrado manera alguna de obedecer a ambas partes. No trabajan al unisono. Al tomar decisiones con la mente, lo acordado y decidido sale por la boca. Entonces el corazón aparece sin servicio, y viceversa.


Es comprensible preguntarse hasta que punto perdemos oportunidades al escoger a uno y no al otro. Si hago caso a mi mente, puedo observar carencias emocionales. Si por el contrario elijo a mi corazón, siento que estoy perdiendo puntos de sentido común.  


Sobretodo cuando pienso en firmes decisiones de la vida. En ese tipo de sucesos que nos hacen conscientes de que una vez tomada la decisión ya no habrá reset posible. Tendremos que afrontar aquello que hemos meditado. Validando nuestra decisión como verdad absoluta, al menos una verdad que nos honra y debería teñirse de seguridad inmediata.


''El miedo al compromiso; sin ir más lejos. ¿Que nos empuja a ello? No podemos pretender dar un Sí quiero, por mucho que nos den, ofrezcan u prometan. Da igual que sea frente un escaparate de Tiffany's o en la parada del Tram de Barcelona. Dar el sí, debería nacer de la más pura meditación. No sirve en absoluto dar un Sí basado en lo que queremos el día de mañana. La vida da tantas vueltas como para convertirnos en dueños de una vida somnífera, por más que un anillo de más de dos ceros prometiera lo contrario''


El compromiso adulto no debe confundirse nunca con la necesidad de salir de un espacio tiempo en el que nos sintamos asfixiados. Los barrotes de la jaula en la que vivimos hoy pueden ser todavía mejores que una vida llena de cargas que no tengan nada que ver con un acné mal curado, una talla de pantalón que no nos satisface, o un pelo sin vida ni brillo.


Y es que lo que nos puede atormentar hoy no suele tener nada que ver con aquello que nos puede hacer llorar mañana. Al igual que el diamante, las relaciones más brillantes, tienen también aristas que pulir. Pueden estar cubiertas de telas satinadas, de terciopelo rojo, de bajos con cordones dorados. Esos cortinajes por muy opacos que sean, no van a esconder nunca las imperfecciones sentimentales.


Y son mente y corazón los mejores aliados para ayudarnos a encontrar el camino en el amor, y la vida. Por mucho que creamos en resignación cristiana o ley cósmica. Creer en algo es fundamental, pero sin olvidar nunca que las herramientas las tenemos nosotros mismos. No debemos arrojarnos a un hipotético destino. Podemos marcar las pautas, aunque al final resulte que no hay más opción que caminar por el sendero que tenemos construido para salir de casa hasta llegar a la felicidad.


En esta vida hay pocas cosas tan dolorosas como una ruptura. Terminamos asumiendo que la relaciones terminan ¿Pero que sucede cuando decimos adiós a una rutina a la que estaban acostumbradas mente alma y corazón? Los romances en Hollywood terminan cuando el director grita ¡Corten! y suena la claqueta. Ese no debería ser un patrón de conducta.


¿Tan difícil podría ser encontrar a la persona idónea? Aún sabiendo que podríamos necesitar diferentes tipos de personas para cubrir distintas áreas de nuestra vida. Lejanas a mente y corazón se encuentran sepultadas todas esas ilusiones perdidas.


En el cementerio de las ilusiones. Allá donde se entierran todas las promesas sin cumplir. Las lágrimas vertidas por alguien que nos importa(ba). Allí descansan destinos que no han llegado a buen puerto, razones por las que hemos existido. Todo un sinfín de emociones putrefactas que van desintegrándose hasta convertirse en simples sucesos que no podemos sacarnos de la cabeza.


''En el cementerio de las ilusiones se encuentran todas esas promesas y palabras que se llevó el viento, justo antes de romperse una relación que iba a la deriva. Es común en el ecuador de las últimas promesas dejarse la piel en falsos testimonios, ilusiones de cambiar el rumbo, cuando eso no es útil, llega la demagogia sentimental, las lágrimas amargas que abren paso al definitivo chantaje emocional, que puede alargar la agonía de un fin anunciado, o cortar definitivamente una relación que todavía no sabe que ha terminado''


Como fantasmas que no encuentran la luz, acuden a nosotros recuerdos tormentosos. Perdidas y rupturas dolorosas que se han detenido en un espacio tiempo paralelo a nuestros días de hoy. Las relaciones siempre trabajan con mente y corazón. De relaciones hay de muchos tipos. Laborales, personales, intimas, familiares, sociales, sentimentales. Así como un sinfín de adjetivos que van desde la Gloria al Infierno para describirlas más humanisticamente.


Todas esas decisiones brillan en mi mente como paillettes en una noche de fiesta. Consiguen que me haga una pregunta. Todos tenemos inquietudes y dudas sobre nuestras relaciones. ¿Pero porque cuando una relación empieza a funcionar el cinismo termina fundiéndose con la ilusión? ¿Porque una vez encontrado aquello que anhelamos nos cuesta tanto dejarnos llevar? Invertimos demasiado tiempo buscando señales de que algo va mal, interpretando falsos mensajes del destino y eso es en su totalidad resulta agotador.
Tener una relación monógama y despedirse de la diversión ¿Dos conceptos que siempre irán de la mano? Es posible que me atraiga mucho más el concepto de estar enamorado, que terminar estando. Lo único que sé es que cada noche nos acostamos intentando convencernos de todo aquello que a la luz del día no se creería nadie.